Ni
el partido contra el Berriozar era una sangrienta batalla, ni el entrenador del
Valle de Egüés un valiente soldado, pero las circunstancias deportivas en las
que nos hemos visto envueltos el último partido de la temporada regular bien
pudiera semejarse a la heroica defensa del territorio nipón por sus últimos de
kamikazes.
Las
exigencias del partido contra el Doneztebe, digno campeón del Grupo Segundo 2º
de Segunda Juvenil, nos dejó diezmados, con dos sancionados, Ekaitz (al ver su quinta amarilla) y Niko (expulsado por doble amonestación)
como precio pagado por tan prestigiosa victoria. A lo que hay que sumar las
necesidades de nuestro Primera Juvenil, que inmerso en su propia guerra, en la vieja Europa, echó mano a piezas
claves en nuestro entramado defensivo y ofensivo. Mando a luchar en el desierto
del Sahara, al mando del gran General Javier
“Rommel”, a nuestro único portero, Azeari,
de nuestro pichichi, Vallejos, y del
pilar del equipo, Jon LEE O´Boyle. Pero
allí donde otros ponen excusas, nosotros, vemos oportunidades.
Demostrando
que el valor de un insumiso represaliado en los años noventa corre por las
venas de nuestro rouki, Joanes, ante
la falta de portero que colocar en el paredón de fusilamiento, dio un paso al
frente, se puso los guantes y la equitación negra, dispuesto a que recayeran
sobre su persona toda aquella responsabilidad, sobre su cuerpo todos los
disparos rivales, que fueron muchos.
Reconquistando
para el partido unas horas de estudio, que los responsables padres de Ángel habían tomado al asalto de unos exámenes exigentes. La pelea
por esa isla del pacifico debió ser dura porque las heridas infringidas en su
pierna derecha apenas le permitieron resistir en la costa este.
La
solidaria ocupación de la trinchera de Ángel por otro de los soldados rasos,
sin galones, Barberena. Quien no
dudo en ayudar primero y asumir toda la responsabilidad de proteger aquella
playa, continuamente bombardeada por el equipo rival. Mientras soldados más experimentados,
como Egoitz, Beltza o Beñat
protegían el resto del territorio de las incursiones aéreas. No perdiendo,
cuando las fuerzas o el descanso rival lo permitían, realizar alguna incursión
suicida.
Reparando
por parte de Abdoul los maltrechas
comunicaciones con el Alto Mando, no dudo en asumir labores de abastecimiento
tanto a la necesitada retaguardia, como a nuestra menguada fuerza de choche.
Ayudado en todo momento por Bara,
tanto en uno como en otro menester.
Conscientes
que el sacrificio de todos ellos no sería suficientes para impedir los
desembarcos en Sarriguren, “la tierra del sol naciente”, nuestro pilotos, Álvaro, Jorge y Pérez, restañadas
antiguas heridas, físicas, psíquicas y emocionales, respectivamente, intentaban
una y otra vez contrarrestar el fuego enemigo, bien de forma combinada mientras
tenían munición, bien de manera suicida cuando esta se les iba acabando. Llegando,
el último de ellos, a perforar el Portaaviones desde donde dirigía la batalla,
con destreza y contundencia, el General Muzquiz. Éxito puntual, que si bien no
llegó a dar un giro en el devenir de la confrontación, sirvió para dar moral a
la tropa en los momentos finales de la guerra.
A
medida que las tropas regulares iban cayendo en el campo de batalla, se fueron
incorporando: primero, los reservistas, Andoni
y Alex, poniendo voluntad y empeño en cada escaramuza; más tarde, los
jóvenes procedentes de la Academia Militar de Tiebas, dirigida por Arrieta, con la ayuda de Toti, Yassir y Alex, que demostraron estar preparados para futuras
contiendas.
No
menos importante fue la labor consistente en reparar para su reutilización material
bélico por parte del personal civil, dirigido de forma autónoma a la cúpula
militar por parte de Ekaitz.
Ni
la defensa solidaria de toda la población, civil y militar, ni los heroicos
ataques suicidas, sirvieron para evitar la derrota, si bien serán recordadas
con orgullo por las generaciones venideras. Sirviendo al Emperador Pipo y al General Rufo para pactar una rendición
honorable, que sin duda sentara las bases para el resurgir copero de esta gran
Nación-Plantilla.
POST
DATA: En contra de lo que contará la historia oficial, bien por iniciativa de
los Generales Victoriosos, bien por la presencia de Observadores de Naciones
Unidas, comandados por el Embajador de la ONU, Sr. Gancedo, exquisito en velar
por el cumplimento del Derecho Internacional, lo cierto es que, pudiendo, las
tropas “enemigas” ni humillaron a las víctimas ni hicieron uso abusivo de la
fuerza de la que disponían. De lo que los perdedores siempre estaremos
agradecidos.
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